
De los contratiempos
Cuando se conocieron y convirtieron en amantes tal vez ese mismo invierno del 55 ninguno de los dos era libre.
El ya era el Sarmiento escritor y periodista acabado, pero no aún el político que sería. Estaba casado, y a disgusto con la amenazante Benita Martínez Pastoriza, pero había un hijo de diez años entre ambos, aquel famoso Dominguito, adoptado y propio a la vez. A la joven Aurelia Vélez le faltaba casi todo. Apenas salida de la adolescencia y ya (mal) casada, era la hija mayor y secretaria del doctor Vélez Sarsfield, político de primera plana, funcionario habitual de gobierno, autoridad jurídica y moral. Aurelia vivía y trabajaba con su padre de regreso de una historia reciente, escandalosa y sórdida, que incluía casamiento fugaz con desenlace trágico y vuelta de ella a casa, sola. Demasiado para la hija mimada de un hombre público.
En esas circunstancias personales se encontraron: los dos se sentían observados y en los límites de la baja tolerancia de la sociedad porteña.
Aurelia Vélez era la hija mayor de la segunda mujer de un hombre grande y luchó desde la adolescencia para no quedar atrapada en esa sombra o para hacerse un lugar reconocible allí. Que la jovencita se enamorara o le apuntara a los amigos, a los preferidos de su padre, no parece raro. Pero sí de qué manera lo hizo. Lo desafió a los límites de lo socialmente aceptable y hasta los traspasó para conseguir su atención, su cuidado, su dedicación absoluta.
No de otra manera se puede leer el episodio de su fugaz matrimonio con el primo Pedro Ortiz Vélez, médico brillante, sobrino predilecto de Vélez Sarsfield, diputado como él y compañero en la Legislatura. ¿Fue Aurelia una víctima de la intolerancia de su tiempo? No lo parece. A los diecisiete con permiso o sin él se había casado, acaso enamorada y sin duda embarazada; pero abortó, no se sabe si espontáneamente. Poco después, el atribulado Pedro Ortiz la sorprendió con su secretario, Cayetano Echenique, y pese a que el joven se escondió dentro de un ropero, lo mató de un pistoletazo. A continuación, el marido tomó a su mujer del brazo y la llevó de vuelta a casa de su padre. Se arguyó estado de demencia del asesino que salvó la vida, pero perdió su cargo, su reputación, pero se confinaron los sucesos a una tradición maledicente. Aurelia convivió desde entonces con ese estigma; su relación con Sarmiento ese mujeriego, ese otro amigo cercano de su padre no haría sino confirmar las certezas del escarnio público.http://www.lanacion.com.ar/671215-sarmiento-aurelia-velez-contra-viento-y-marea
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