sábado, 27 de agosto de 2016

LOS AMORES DE ANITA "LA PERICHONA"


... Dice que por estos mundos, cayó allá por 1804, el joven irlandés "Edmundo" –mejor dicho Tomás- que traía "real licencia de seis meses para arreglar asuntos de familia", y que prendado de ella contrajo nupcias. Sarcásticamente Groussac agrega: "¡Así arregló el infeliz sus asuntos de familia!". La verdad sería que, habría intentado reconciliarse con su mujer siendo probable que lo consiguiera, porque fueron los padres de Tomás y de Adolfo cuyas fechas de nacimiento ignoramos. De todas maneras poca suerte le cupo en su papel marital. Su nombre como tal, apenas figura, porque habiendo abandonado el ejército irlandés, era una persona muy desprestigiada, tanto como hombre, como en sus negocios, ocupándose especialmente del contrabando. En 1805, efectuó un viaje a Europa llevando dos buques cargados de frutos del país a Inglaterra, vía Portugal, y aunque en verdad, pertenecían a otras personas, los entregó a su hermano, comerciante en Londres, quien los vendió para pagar deudas que tenía Tomás con él. De este viaje regresó acompañado del espía inglés James Florence Burke, que fue sindicado por la maledicencia popular como amante de Anita. En 1806, se hizo amigo de William Carr Beresford quien le dio el cargo de cobrador del ramo de Tabacos y Filipinas. Puso tanto celo en su nuevo trabajo que al producirse la capitulación debió embarcarse en un buque de Popham, sin rendir cuentas a los vencidos. Después de la Reconquista se sabe que se fugó a Rio Grande do Sul (Brasil). Su relación con Santiago de Liniers[editar] Producido ese acontecimiento salvador para ella comienza la desavenida Anita una aventura amorosa que conmovió a la ciudad. Cuenta Groussac que mientras avanzaba Liniers al frente de su columna, el 12 de agosto de 1806, al llegar a la calle de San Nicolás (hoy Corrientes), desde los balcones Anita arrojó a sus pies un pañuelo bordado y perfumado en señal de admiración al vencedor. Liniers lo recogió con la punta de su espada, y con el pañuelo en alto, contestó el saludo con un marcial movimiento. Viudo dos veces y cincuentón enamorado, pronto tuvo relaciones con ella. Durante la defensa de la ciudad, la casa de los Périchon, estuvo protegida por una bandera francesa, no obstante lo cual, el mayor King, del regimiento 5, trató de posesionarse de ella, pero sin éxito. El teniente coronel Kington, jefe del 6º de Dragones, que fue mortalmente herido por los Patricios, el 5 de julio, fue llevado por Liniers, a la casa de Anita para ser atendido, y aunque se le prodigó grandes cuidados falleció. Luego Liniers vivió abiertamente con la "Perichona" en su casa esquina Reconquista y Corrientes, la que vino a ser el centro de reunión, y donde se conseguían favores oficiales como ascensos, puestos y concesiones de toda clase por su intermedio. La gente del pueblo entonces le aplicó un apodo que se repitió comúnmente, designándola como la "Perichona", y en esto, conforme a su apellido, la identificó con María Michaela Villegas y Hurtado, por sus amores con el virrey del Perú, don Manuel de Amat y Juniet, Caballero de la Orden de San Juan. La famosa limeña mereció todos los favores y obsequios de su amante, pero cuando se producían las reyertas que algunas veces fueron violentísimas, el catalán la llamaba "Perricholi", de "perra chola", nombre que producía escozor, porque significaba desprecio por su sangre y conducta pecaminosa, que lo pronunciaba sin mover las mandíbulas. Anita, la Perichona según la familiaridad española, era una mujer muy bonita "cuya elegancia estrepitosa daba realce a su belleza, ardiente y volcánica", al decir de Groussac. De estatura menuda, su galante protector la llamaba "la petaquita". Por un tiempo, tuvo un ascendiente enorme sobre su amigo, quien por falta de carácter, nada le negaba. De ella, se dijo –antes y después de su arrimo virreinal-, que era muy "ligera de cascos". El escándalo del pueblo[editar] El alcalde Martín de Álzaga, acérrimo enemigo de Liniers, en carta al gobierno español le manifestaba: "Esa mujer, con quien el virrey mantiene una amistad que es el escándalo del pueblo, no sale sin escolta, tiene guardia en su casa, emplea las tropas del servicio en las labores de su hacienda de campo. Las caballadas y atalajes del tren volante, costeados a expensas del erario real, se mantienen en la ciudad, con solo el destino de ocuparse durante sus caravanas y paseos, en aquella casa frecuentada por el virrey". Y cerca de "La Madama" –como también se la llamaba-, Álzaga agregaba: "que ha sido almacén y depósito de innumerables negociaciones fraudulentas; la que abrió huellas al extranjero para posesionarse de la ciudad e imponernos el dominio británico en las comarcas rioplatenses; la que ha servido de hospedaje y refugio a los verdaderos espías". Su gravitación era manifiesta. La pintura de Groussac describe a esta singular mujer, "como persona de avería, que poseyó algunos bienes y nada se probó que traficara con sus encantos. Tenía talento –agrega- bastarían para demostrarlo sus cartas de letra elegante y de giro tan suelto, a pesar de sus galicismos… Era, desde luego, una buena frescachona, bastante voluntariosa y malcriada", dispuesta a aprovechar cualquier ocasional preponderancia para encaramarse. Ezequiel César Ortega escribió que era picaresca, ocurrente, mundana, atractiva, y que convirtiese en la piedra del escándalo del momento según las tétricas descripciones que hacían los miembros del Cabildo. Después de la Defensa, Groussac no volvió a encontrar –dice- más vestigios del marido. Sería cuando Anita tomó posesión de su trono o del "tálamo conyugal" siendo la amante del Virrey. No dejemos de agregar que la Perichona era una mujer inquietante. Sus aterciopelados ojos revelaban pasiones violentas. Con mucha ciencia galante, poseía una intuición especial para descubrir los efectos de su espontánea coquetería. Mientras Anita quedaba en buenas manos y mejor servida, Thomas O'Gorman de marras viajaba por el Pacífico a bordo de la fragata portuguesa "Bons Irunaos" con una carga de azogue, papel sellado y otras mercaderías. El 22 de marzo de 1808 se presentó ante un escribano de Valparaíso para denunciar un temporal del que fue víctima dejando constancia de la pérdida de alguna carga, que había contribuido mucho a su fortuna. Luego el Virrey Liniers le permitió regresar. ¿Estaría por entonces cansado de su amante? Hemos mencionado al espía Burke, quien se vinculó con el grupo que se reunía en la tertulia de la Perichona, siendo posible que esa fuese la Logia "Independencia". Entre los allegados a la casa, aparte de Liniers, deben citarse a Juan José Castelli y Juan Martín de Pueyrredón. William Porter White, estadounidense de conflictiva trayectoria en el Río de la Plata y conocido en Argentina por motivos aún no esclarecidos como Guillermo "Pío" White, también pertenecía al círculo de amigos. Probablemente había conocido a O'Gorman y a su esposa en alguna de sus visitas a la isla Mauricio. El 29 de noviembre de 1809 fue bautizado en San Nicolás de Bari (libro 7 folio 148) un hijo de White, y la madrina fue "Da. Ana Perison (sic) de O'Gorman, por medio de Da. Ma. Mercedes San Martín", puesto que la madrina aún no había regresado de Brasil. Destierro en Río de Janeiro[editar] La reaparición de Burke a mediados de 1808, como emisario del almirante Sir Sydney Smith, comandante en jefe de la escuadra inglesa de estación en Río de Janeiro, sirvió para favorecer las aspiraciones de la infanta Carlota. Esta supuso a Liniers contrario a su utópica regencia por influencia de la Perichona, y Burke le prometió que iba a procurar sacarla del medio. Viendo su fracaso, antes de partir, le mandó a Liniers una carta denunciando a la Perichona, de la que seguramente conocía secretos, a tal punto que la reacción de aquél no se hizo esperar. La desterró en Río de Janeiro. El historiador Vicente Sierra con buen sentido, considera que Burke le probó a Liniers que la Perichona trabajaba desde años atrás por la independencia. Era una espía inglesa. En la capital carioca, su casa se convirtió en refugio de los argentinos expatriados que trabajaban por esa causa (Juan Martín de Pueyrredón, Rodríguez Peña, etc.), lejos de las autoridades españolas. Se supo que Anita continuó con sus conquistas; entre ellas, figuró el embajador inglés Lord Strangford. Ello reavivó los celos de Carlota, quién consiguió a través del embajador español, marqués de Casa de Irujo, que de nuevo fuera deportada la Perichona, esta vez, de regreso a Buenos Aires. Volvió a bordo de "Essex", en diciembre de 1809. Como el Virrey Cisneros no quiso recibirla, regresó en abril de 1810 a Río junto con dos hermanos. Fue entonces cuando dirigió a la Audiencia una extensa nota patrocinada por el Dr. Martín José de Segovia. Allí clamaba por "El deshonor de verse arrojada de un Pueblo en que tuvo siempre un distinguido rango que no ha desmerecido; el interés de los crecidos bienes que tiene en esta Ciudad, y que deben desaparecer entre las manos intermediarias". Alude al origen y calidades de su familia, emparentada con la de Liniers, a raíz del casamiento de su hermano Juan Bautista –que había sido edecán- con Carmen, hija de aquél, por lo que, según decía era acreedora a ciertas consideraciones. Y, para terminar con las calumnias, pedía se abriera un proceso, el que no tuvo lugar. Retorno a Buenos Aires[editar] Carlota, mientras tanto insistía en sus propósitos vengativos contra Anita, hasta que fue devuelta a Buenos Aires, donde arribó en noviembre del mismo año. Por último, a pedido del capitán Robert Ramsay, del "Mistletoe", el buque que la condujo, la Primera Junta le concedió autorización para radicarse en la Capital, siempre que "guarde circunspección y retiro que le encarga el gobierno y que observará por sí misma", instalándose entonces la Perichona en su casa-quinta de las afueras de Buenos Aires. Tras la ejecución de Liniers en Cabeza del Tigre, comprendió la Perichona que los acontecimientos políticos que sobrevendrían iban a cambiar la fisonomía el país. No sabemos si su cónyuge regresó a Buenos Aires, aunque somos de opinión que la Perichona vivió sola en su quinta con sus hijos y esclavos, dedicada a la educación de aquéllos. Mujer práctica, debió encarar el futuro seriamente. Así los años fueron transcurriendo en medio de la paz y de guerra. Era un mausoleo viviente y parlante de los tiempos del Virreinato. Habían pasado los días agitados de la Revolución de Mayo, del Primer Triunvirato, del Congreso de Tucumán y de Anarquía del Año XX. Fue a mediados de 1819, cuando se enteró de la muerte de su cuasi-homónima: la Perricholi –aquella mujer y artista de larga fama que asombró y deleitó a Lima - dejó el mundo a los 70 años. Luego vino la época del gobierno de Rivadavia, dónde se sintió a gusto con la entrada al país de muchos extranjeros que contribuyeron al afrancesamiento de la sociedad. Mientras tanto el recuerdo de sus amores comenzaban a entrar en el olvido. Con Juan Manuel de Rosas volvió a ubicarse mejor en la "haute société" por las relaciones de sus hijos. Recién en 1832 reapareció en esta ciudad, como testigo en el juicio de reivindicación de su esclavo Juan de la Cruz, soldado en el Cuerpo de Cazadores Río de la Plata. Fueron tantos los que tuvo su familia, que como en este caso, comprendió que los años deterioran a las gentes y casas y hasta los esclavos. Prestó declaración ante la justicia, y el 26 de abril se resolvió la demanda a favor de su hijo Tomás. Por entonces, éste se había casado con Concepción Riglos y Lezica, en la que prolongó descendencia, y Adolfo O'Gorman casó con Joaquina Ximénez Pinto, padres, entre seis hijos, de la desventurada Camila O'Gorman. Así rodaba la vida. Pero en el ambiente algo quedó flotando de aquel pasado chamuscado, cuando le decían: "esa vieja fue la amante del Virrey". Como una reacción súbita se operaba ante ella, el espectro de la juventud. Después cayó enferma, los hijos y nietos la rodearon. En su cama de madera jacarandá se exhibía la Perichona, ya no triunfante, sino vencida, cargada de años y sinsabores, pero protagonista al fin de su intransferible drama. En sus últimos años, habrá pensado recordando a Shakespeare, que la vida no es más que una sombra que cruza, revuelve durante su hora en la escena del mundo y que pasa luego al olvido. La Perichona expiró sin trabajo ni gloria, en esta ciudad, el 1º de diciembre de 1847, a los 72 años, extendiéndole el certificado de defunción el Dr. Antonio Argerich, amigo de la familia. Como la Perricholi, se la vistió de blanco sayal, entre cuatro blandotas "la querida del Virrey" recibió el homenaje que la curiosidad y la leyenda suelen armar en tales casos. Al día siguiente fue sepultada. De la Perichona que tanto dio que hablar en su tiempo, pocos son, los que pueden recordar que sus huesos descansan en tierra argentina. Así pasó por la vida esta mujer cuyo renombre quedó inmarchitable para la historia. Fue sepultada en el Cementerio de la Recoleta, aunque, a pesar de figurar su ingreso en el registro del Cementerio, el mismo día de su muerte, no se sabe a ciencia cierta la ubicación de su tumba. Lo que sí se sabe es que no fue sepultada en la bóveda de Tomás O'Gorman.https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Perichon

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